Había una vez, hace ya mucho tiempo,
una familia muy pobre que tenía tres hijos. Los dos hijos mayores vivían con el
negocio de la familia, pero para el hijo pequeño, cuyo nombre era Ezra, no
había trabajo, así que se hizo soldado y se fue a luchar a la guerra.
Allí estuvo luchando durante mucho tiempo de forma heroica. Destacaba entre los
demás soldados porque en ningún momento consiguieron herirle con ningún arma.
Como si alguien le protegiese, era invencible.
No sabía a qué
se debía tal suerte, pero todas las noches, antes de irse a dormir, miraba a
las estrellas y agradecía lo afortunado que era porque ningún arma pudiera
llegar a herirle.
Cuando terminó la guerra, volvió al
pueblo del que había salido tiempo atrás, esperando encontrar a su familia con
los brazos abiertos. Pero cuál fue su sorpresa cuando vio que el negocio
familiar se había hundido, sus padres se habían tenido que ir a otro pueblo a
buscar algún trabajo y los hermanos de Ezra sobrevivían con la comida que les
daban de vez en cuando los vecinos, ya que conocían su trágica situación.
Ezra, que había sido el mejor
soldado, decidió hacer uso de su valentía para salir a buscar una solución a la
situación familiar.
Cogió una mochila de cuero que tenía
su padre colgada en la entrada de la casa, un par de mantas que tiempo atrás
había tejido su madre y dos mudas del cajón de su habitación y se puso a
caminar por el bosque para llegar a algún pueblo cercano.
El bosque era inmenso, una vez que
se adentró en él se dio cuenta de que no podía avistar el final, todo estaba
oscuro, los árboles de más de cuatro metros no dejaban ver apenas el cielo,
podía notar como los ojos brillantes de algunos animales curiosos le
observaban... Pero Ezra no tenía miedo, había sido el soldado más valiente de la
guerra y un simple bosque no iba a asustarle.
Al llegar la noche, sacó una de las
mantas que había tejido su madre y la puso en una zona del bosque bien
resguardada para dormir. Pero antes, como todas las noches, miró hacia las
pocas estrellas que se veían y agradeció lo afortunado que era porque ningún
arma pudiera llegar a herirle.
Fueron pasando los días y Ezra cada
vez estaba más desesperado, no le quedaba agua en su botella, no tenía comida
ni forma alguna de comprarla. Empezó a pensar en lo desgraciada que era su
familia por no tener dinero y por tener que mendigar algo de comida, y por más
que lo pensaba no encontraba ninguna solución, y menos estando perdido en mitad
de ese bosque tan sumamente grande.
Estaba tan cansado que se sentó al
lado de un gran tronco que encontró, no tenía fuerzas para seguir andando, le
costaba incluso respirar, estaba sediento y agotado. En ese momento pensó
“¿Este es mi fin? ¿He sobrevivido a la guerra y voy a morir de esta forma?”
En ese momento, vio como un montón
de hojas que tenía en frente empezaron a girar y a elevarse. Poco a poco, según
giraban las hojas, iba apareciendo la figura de un hombre entre ellas. “Estoy
alucinando, debo estar muriéndome ya” pensó. Pero entonces, la figura del
hombre se puso delante de él, le extendió el brazo y le ofreció un poco de agua
y un trozo de pan. Ezra, que seguía sin salir de su asombro, lo aceptó y se
tomó el agua de un trago y el pan de un bocado. Cuando ya estaba algo
recuperado, pudo ver como ese hombre parecía real. Llevaba una chaqueta verde
esmeralda a juego con una chistera del mismo color. La barba negra le llegaba
casi hasta el ombligo y sus ojos verdes eran tan claros que costaba mantenerle
la mirada. Los pantalones negros hacían ver la delgadez de sus piernas y los
zapatos brillantes parecían recién sacados de la caja.
En ese momento en que Ezra le estaba
analizando de arriba abajo, el señor habló:
-Hola Ezra, soy Kolton, y como
habrás podido deducir por mi aspecto, soy un mago. No llevo varita, pero te
puedo asegurar que tampoco me hace falta, mis poderes son más fuertes que
cualquier palito.
Sé que tu familia está pasando una mala situación. Tus padres se han tenido que ir a otro pueblo a buscar trabajo, tus hermanos mendigan comida a los vecinos y tú, pese a haber sido el soldado más valiente de la guerra, estas en mitad de un bosque al borde de la muerte…
Pero no temas, que aquí estoy yo. Sé que necesitas dinero, así que yo te lo daré. Pero a cambio te pondré tres condiciones, ¿aceptas?
Sé que tu familia está pasando una mala situación. Tus padres se han tenido que ir a otro pueblo a buscar trabajo, tus hermanos mendigan comida a los vecinos y tú, pese a haber sido el soldado más valiente de la guerra, estas en mitad de un bosque al borde de la muerte…
Pero no temas, que aquí estoy yo. Sé que necesitas dinero, así que yo te lo daré. Pero a cambio te pondré tres condiciones, ¿aceptas?
Ezra, que no se fiaba de un hombre
que había salido de entre las hojas, tenía sus dudas, pero no tenía más opción,
era o eso o morir. Así que aceptó.
Entonces Kolton El Mago le dijo:
-Bien, tengo entendido que eres el
soldado más valiente de la guerra y que ningún arma puede llegar a herirte,
pero no me valen los rumores, quiero ver con mis propios ojos dicha valentía.
Ahí, detrás de esa roca, hay un gran oso durmiendo. Demuéstrame no sólo tu
valentía, si no también tu audacia, debes coger un trozo de su piel.
Ezra sacó un cuchillo que llevaba
escondido en la bota porque siempre iba muy preparado y se acercó con sigilo al
oso. Con mucho cuidado le cortó un trocito de piel de la pata derecha que era
la que estaba más lejos de la cara del animal. Misión cumplida.
Le dio el trozo de piel a Kolton El
Mago y éste, a cambio, hizo uso de su magia y convirtió ese trozo de piel de
oso en un enorme abrigo. Y le dijo a Ezra:
-Bien, has demostrado tu valentía,
te compenso con este abrigo para que no tengas frío. Y te comento las tres
condiciones de las que te hablaba. La primera condición es que debes dejar de
agradecer todas las noches que ningún arma pueda llegar a herirte durante siete
años, la segunda condición es que tienes que estar sin dormir dos noches
seguidas en el mismo sitio durante esos mismos siete años, es decir, que
tendrás que estar viajando de pueblo en pueblo todos los días para dormir cada
noche en un lugar diferente. Y la tercera es que no podrás ducharte, ni
lavarte, ni cortarte el pelo de ninguna parte del cuerpo ni las uñas, y además
tendrás que llevar puesta mi chaqueta verde y el abrigo de oso que te acabo de
dar durante todo ese tiempo. Cada vez que metas las manos en los bolsillos de
mi chaqueta, podrás sacar un puñado de oro, ¿aceptas el trato?
Ezra, que aparte de valiente, era
bastante astuto, miro a Kolton El Mago y le preguntó:
-¿Qué pasa si no cumplo alguna de
esas tres condiciones?
A lo que Kolton El Mago respondió:
-Si incumples las condiciones del
trato, la piel de oso se apoderará de ti y acabarás convirtiéndote en uno. Pero
no te preocupes, porque sé que eres un gran soldado, valiente, astuto y audaz y
serás capaz de cumplir las condiciones con facilidad. Sólo son siete años.
Ezra, al ver que era cierto todo lo
que Kolton el mago le decía, no lo vio como algo tan complicado de cumplir, así
que aceptó.
En ese momento, Kolton el mago
comenzó a mover las manos, de las que salían una especie de polvos verdes y
brillantes, le dio la chaqueta, le puso el abrigo y, antes de irse, pronunció unas
palabras que Ezra no entendió y, después, le dijo: “dentro de siete años nos
encontraremos en este mismo sitio, ya sea en tu forma humana o en tu forma
animal.”
En cuanto el Kolton El Mago
desapareció, Ezra no dudó un segundo en meter las manos en los bolsillos de
aquella chaqueta verde que Kolton El Mago le había puesto. Efectivamente sacó
un puñado de monedas de oro de cada uno de los bolsillos y se puso muy contento
porque jamás volvería a pasar hambre.
No perdió ni un minuto, se puso en
marcha para encontrar un lugar en el que dormir aquella noche. No sabía muy
bien qué dirección tomar cuando se cruzó con un cazador que caminaba por el
bosque y le preguntó por el pueblo más cercano, el cazador le indicó el camino
detalladamente y Ezra, en agradecimiento, le dio un puñado de monedas de oro.
Al llegar al pueblo que le había
dicho el cazador, se dio cuenta de que el ambiente era muy acogedor, así que
decidió comprarse una casa allí y pagar a personas que se la cuidasen durante
los próximos diez años. Se compró un caballo para poder ir de forma más rápida
de un pueblo a otro, envió grandes cantidades de dinero a su familia para que
pudiesen vivir mejor y se dirigió al banco más cercano a ingresar todo el
dinero que le dejaron. Por lo que pudiera pasar.
Los primeros meses todo iba bien,
Ezra olía un poco mal pero eso era algo normal en la gente que iba a caballo de
un sitio a otro. Él seguía durmiendo en un pueblo diferente cada noche y,
siempre que tenía ocasión, ofrecía dinero a las personas pobres que se
encontraba. A cambio les pedía que, al irse a dormir, mirasen a las estrellas y
agradeciesen que ningún arma pudiera herirle.
El tiempo fue pasando, al segundo
año la gente ya no le se quería acercar, tenía las uñas larguísimas, el pelo le
pasaba de los hombros, la barba sólo dejaba ver la mitad de su cara, la piel de
oso del abrigo se le empezaba a pegar a la suya de la suciedad que tenían
ambos, por no hablar del olor que desprendía… Pero en cuanto sacaba un puñado
de monedas de oro de sus bolsillos, las personas pobres se acercaban en seguida
a Ezra y cumplían su petición de que por las noches, antes de dormirse, mirasen
a las estrellas y agradeciesen que ningún arma pudiera herirle.
Pero el tiempo seguía pasando y
cuando llegó el quinto año ya no se acordaba de lo que era cruzar un par de
palabras con otra persona. Nadie se le quería acercar, desprendía un olor
insoportable y su aspecto físico se asemejaba más al de un oso que al de una
persona. Tenía que dormir a las afueras de los pueblos porque en cuanto se
acercaba la gente se asustaba, gritaban e incluso le lanzaban piedras.
Una fría noche
del quinto año, encontró un granero que estaba bastante alejado. Al darse
cuenta de que no tenía luz, supuso que no habría nadie dentro, así que entro
dispuesto a pasar allí la noche.
Estaba intentando conciliar el sueño
cuando escuchó un llanto. Un llanto de hombre, para ser más exactos. Se acercó
a él y le preguntó por qué lloraba. El hombre sólo detectó el mal olor que
desprendía, pero no se asustó de su imagen ya que el granero estaba lo
suficientemente oscuro como para no poder ver nada.
El hombre, cuyo nombre era Fausto,
explicó a Ezra que tenía una deuda muy grande que no sería capaz saldar y que
en consecuencia su familia y él malvivirían por siempre.
En ese momento Ezra le dijo que si
el único problema era el dinero, él le daría el que necesitase encantado, pero
a cambio, antes de irse a dormir por la noche, tendría que mirar a las
estrellas y agradecer que ningún arma fuese capaz de herirle.
Fausto le dijo que, por haber
salvado a su familia, eso no era suficiente, y le invito a su casa a conocer a
sus tres hijas.
Al llegar a la casa Ezra se dio cuenta
de que las hijas eran cada una más guapa que la anterior. La mayor era una
chica bastante llamativa, su pelo negro como el tizón le llegaba hasta la
cintura y sus ojos no tenían nada que envidiarle al azul del cielo.
La hermana mediana era aún más bella,
sus ojos verdes como las hojas combinaban a la perfección con el marrón
parecido a los troncos de su pelo. Era como si el bosque más bonito del mundo
se hubiese convertido en una persona y la tuviera delante de él.
Pero la pequeña… Ay la pequeña. No tenía
el pelo tan largo como las anteriores, pero ni la moneda de oro más brillante
que sacase de su bolsillo se podría asemejar con el dorado de su pelo. Sus ojos
marrones oscuros hacían que cualquiera se perdiese, se reflejaban la bondad y
el gran corazón que tenía. Las pestañas kilométricas de la joven, de nombre
Valeria, hacían todavía más hermosa su mirada. Su sonrisa era de esas por las
que cualquiera perdería la razón.
Mientras Ezra estaba embelesado por
la belleza sobrenatural de Valeria, las otras dos hermanas rompieron a reír.
Ezra en ese momento, como si estuviese despertando de un sueño, un sueño
maravilloso, se dio cuenta de su aspecto físico, de su olor, de la apariencia
que estaba dando.
Valeria, que era una joven tan buena
como sus ojos reflejaban, en seguida defendió a Ezra diciendo:
-No seáis maleducadas, no os riáis
de él, nunca sabréis por qué esta así si directamente os reís, sin molestaros
si quiera en preguntarle qué le ha pasado o simplemente quién es.
Ezra, que ya estaba asombrado por
semejante belleza, sintió un pinchazo en el corazón al comprobar que esa chica
no sólo era la más hermosa que había visto jamás, sino que además tenía un
corazón enorme.
Ezra y Valeria pasaron el día
hablando y compartiendo experiencias, Ezra le explico por qué estaba como
estaba y ella sólo podía admirar lo valiente que era por estar cumpliendo las
condiciones de Kolton El Mago.
Estuvieron tanto tiempo hablando que
no se dieron cuenta de que se les hacía de día. Fausto apareció para informar a
Ezra de que ya era hora de que se marcharse, ya que tenía mucho que cabalgar
hasta el siguiente pueblo para poder dormir.
Valeria se puso muy triste, se había
dado cuenta de que debajo de toda esa mugre había un hombre con un gran corazón
como el suyo.
Ezra la prometió que volvería, y
como prueba de su promesa, sacó un anillo que llevaba en el bolsillo y lo
partió por la mitad, en dos pedazos. Cogió uno de los pedazos y se lo dio a
Valeria, le explicó que él guardaría la otra mitad y que cuando cumpliese los
dos años del trato que le quedaban, volvería a buscarla, y si ella quería, la
convertiría en su esposa.
Fausto agradeció a Ezra que le diese
el dinero para saldar su deuda y así salvar a su familia. Las dos hermanas
mayores ni siquiera se despidieron de él. Para ellas era un monstruo.
Seguía pasando el tiempo y Ezra no
podía parar de pensar dos cosas: la primera era Valeria, la voz de la joven
resonaba en su cabeza una y otra vez. Y la segunda era Kolton El Mago, pensaba
en cómo podría ser tan malo que le hacía tener ese aspecto durante tanto tiempo
y que la gente no se acercase a él.
Pasado el tiempo, Ezra volvió al
bosque en el que vio a Kolton El Mago siete años atrás. Allí estaba él
esperándole.
Ezra estaba enfadado con él, le
había hecho pasar los siete peores años de su vida debido al aspecto físico y
al olor corporal que tenía, no había podido entablar amistad con nadie porque
cada noche tenía que ir a un sitio diferente, no podía tampoco visitar los
lugares a los que iba porque le quitaban tiempo de ir a otro pueblo a dormir.
Habían sido unos años muy duros.
Kolton El Mago simplemente le
felicito por su valentía y por su perseverancia, con un conjuro le dejó bien
limpio, le cortó el pelo y le aseó, le puso ropa nueva y el facilitó un hermoso
carruaje tirado por dos caballos percherones tordos. Le dijo que con eso sería
suficiente para presentarse en casa de Valeria para pedirle su mano en
condiciones.
Ezra,
sorprendido pero a la vez emocionado, puso rumbo a la casa de Fausto, el padre
de Valeria.
Al llegar allí, las hermanas mayores
de Valeria sólo vieron a un joven guapo, bien aseado y con dinero. Por lo que
se acercaron a él para llamar su atención. Pero Ezra se limitó a acercarse
hasta donde estaba su amada Valeria, se agachó delante de ella, sacó el pedazo
de anillo con el que se había quedado y la dijo: “Valeria, ¿Me harías el hombre
más feliz del mundo casándote conmigo?” Ella empezó a llorar de la emoción,
sacó el otro pedazo de anillo que tenía, lo juntó y aceptó sin pensarlo dos
veces.
En ese momento,
apareció Kolton El Mago, se dirigió a las dos hermanas y, con un conjuro, las
convirtió en osos. Se acercó a Ezra y le dijo: “¿Ves como no soy tan malo como
pensabas? Ellas se reían de ti por tu aspecto, y ahora se han convertido en
aquello que tanta gracia les hacía.”
Y colorín
colorado, este cuento se ha acabado, si quieres que te lo cuente otra vez
cierra los ojos y cuenta hasta tres.
Adaptación para
niños de 5-6 años
He elegido esta
edad porque me parece que es un cuento bastante largo y si fuesen más pequeños
les costaría seguir la historia y posiblemente desconectarían a la mitad.
Aunque sea un cuento que se deba contar varias veces y se le pueda contar a
cualquier edad, me gusta más 5-6 porque posiblemente estén más atentos desde la
primera vez que se les cuente.
Además me
parece que con esta edad son lo suficientemente pequeños como para creer en la
magia pero a la vez mayores como para entender el tema de las hermanas de
Valeria o la valentía y perseverancia de Ezra.
Para empezar he
querido quitar el tema de que los padres se mueren porque no lo veo
estrictamente necesario y además cuando los niños son tan pequeños los padres
son sumamente importantes y no veía necesario matarles en el cuento. Evito un
drama.
Pero sin
embargo he querido mantener el tema de que Ezra es un soldado y que va a la
guerra. Es cierto que no digo que le hieren, pero no he querido quitar ese
aspecto del personaje porque el ser soldado es algo real, es algo que existe y
que está en el día a día, y no he querido quitarlo como si fuese algo malo, no
creo que haya ningún problema en decir que hace mucho tiempo un hombre fue a la
guerra, porque es un hecho real, la gente iba a la guerra y lo van a estudiar
tarde o temprano, así que he preferido no hacer de ello un tema tabú, sino
incluirlo con total normalidad.
He quitado el
aspecto religioso de que el protagonista rezase todos los días, pero he añadido
que tenía una suerte fuera de lo normal y por ello daba las gracias. No a nadie
en concreto, no a ningún Dios, sino que antes de dormirse simplemente estaba
agradecido. De esta forma podía mantener aquello de que cuando le daba dinero a
la gente les pedía algo a cambio, en lugar de rezar pues les pedía que diesen
las gracias ya que él no podía.
Pero al fin y
al cabo quería llegar a eso, a que les daba el dinero pero les pedía una cosa a
cambio, no algo material pero sí algo significativo para él.
Siguiendo con
el orden del cuento, he cambiado al demonio por un mago, porque es posible que
el tema del demonio les dé un poco de miedo y que me tenga que meter en temas
de religión, así que lo he sustituido por un mago que no tiene por qué ser
malo.
En cuanto al
tema del alma, me parece que a estas edades no les preocupa tanto que una
persona pierda su alma porque aún no lo entienden en su totalidad. Además no es
algo material por lo que seguramente no le den tanta importancia como al
aspecto físico de una persona, a su identidad. Con esta edad están aún están
definiendo su propia identidad y pienso que les impactará más el hecho de que a
alguien se la puedan cambiar.
Por eso mismo,
el castigo que se le impone al protagonista no es perder su alma, sino perder
su aspecto.
El resto de la
historia la he mantenido más o menos como estaba, salvo que no es el padre de
Valeria quien decide que una de ellas se tiene que casar con Ezra, sino que es
ella misma quien se enamora de él y acepta casarse, sin que nadie le imponga
nada.
Por último, he
mantenido aquello de que el mago se salga con la suya en el tema de que al
final transforma a las hermanas, pero en vez de ponerlo como que el mago es
malo, lo he querido orientar a que no hay que reírse de nadie porque nunca
sabes lo que te va a pasar a ti. Sé que es arriesgado porque he podido cambiar
el significado del cuento, pero pienso que lo fundamental se sigue entendiendo
y se pueden extraer los valores del cuento inicial.
Webgrafía
Perfecto.
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